Siga participando

Siga participando

Por Pedro Lemebel
La Nación Domingo, Domingo 15 de abril de 2007


¿Qué flaco que estás?, me decía alguien por teléfono. Y yo contestando: que sí, un poco, menos panza sin copete. Es que estás más delgado, insistían en el Metro, en la feria me daban naranjas; para las defensas. Me llegaron recetas orientales, chamánicas, yaganas, naturistas de baños con caca de mosca verde al amanecer. También gárgaras con flores de pellín. No está todo perdido, insistían chilenos suecos desde el exilio. Hay que hacer un acto solidario, me sugerían amigos del PC. Y al parecer, nadie quería escuchar las explicaciones de que todo era por un texto imaginario.

Qué pena que no me duela tu nombre ahora

Qué pena que no me duela tu nombre ahora

Por Pedro Lemebel
La Nación. Domingo 31 de julio de 2005

Y qué sabe uno si se ha enamorado o fue pura ilusión. Qué sabe uno del amor si lo único que conoció fueron sobajeos y manotazos desesperados bajo los puentes. Por eso, arremango los años y retrocedo al jodido ayer; más bien, voy deshilando ciertos milagros que aún no puedo entender ni olvidar. Y a veces, en el momento urgido de escribir estos garabatos, echo mano al corazón. Y se me viene de golpe la tarde aquella de los años ’80 cuando mi amiga Cecilia llamó para contarme que le había llegado un arrendatario, un chico más bello que el sol, un pendex de 20 abriles ligeros que había aterrizado en Santiago para estudiar en un instituto audiovisual. Te va a encantar, Peter. Te vas a enamorar, lo tienes que conocer. Y allí estaba yo tocando el timbre en el departamento de la Ceci que, por entonces, vivía en un segundo piso casi esquina de Vicuña Mackenna con Irarrázaval.

Un extraño en el paraíso

Un extraño en el paraíso

Por Pedro Lemebel
La Nación, Domingo 24 de Julio de 2005.

La arquitectura moderna arrasa sin piedad con la memoria de los pobres. Con su monstruosa maquinaria demoledora, hace polvo el perfil evocado de la cuadra, la casa con corredor y su mampara, la pieza de alquiler y su colectiva promiscuidad, donde a pesar de la estrechez, madres solteras, hijastros, padrastros, tías, madrinas, abuelas y sobrinos allegados, amancebaron la leva conviviente bajo la luz cagada por moscas de una parda ampolleta.

La Payita

La Payita

("la puerta se cerró detrás de ti")

Pedro Lemebel

Para muchos que se tragaron la versión caricaturizada de la Unidad Popular, la imagen de Miria Contreras sigue siendo el boceto pintoresco de la secretaria cómplice y amante que acompaña la figura de Salvador Allende. Y este frívolo estereotipo que armaron los militares, sigue corriendo en los salones políticos y sociales donde la lengua lagarta de la derecha escupe la historia con su saliva venenosa.

Los Diamantes Son Eternos

"Los Diamantes Son Eternos"

(Frívolas, cadavéricas y ambulantes)



..En el ghetto homosexual siempre se sabe quién es VIH positivo, los rumores corren rápido, las carteras que se abren de improviso, los papeles y remedios tirados por el suelo. Y no falta la intrusa que ayuda a recoger preguntando: ¿Y ese certificado médico y pastillas?. ¿Y estas jeringas niña?. No me digas que eres adicta.

De nuevo la búsqueda, otra vez la decepción


Nos decían: otra vez estas viejas con su cuento de los detenidos desaparecidos, donde nos hacían esperar horas tramitando la misma respuesta, el mismo: señora, olvídese; señora, abúrrase, que no hay ninguna novedad. Deben estar fuera del país, se arrancaron con otros terroristas. Pregunte en Investigaciones, en los consulados, en las embajadas, porque aquí es inútil.

Y fueron tantas patadas, tanto amor descerrajado por la violencia de los allanamientos. Tantas veces nos preguntaron por ellos, una y otra vez, como si nos devolvieran la pregunta, como haciéndose los lesos, como haciendo risa, como si no supieran el sitio exacto donde los hicieron desaparecer. Donde juraron por el honor sucio de la patria que nunca revelarían el secreto. Nunca dirían en qué lugar de la pampa, en qué pliegue de la cordillera, en qué oleaje verde extraviaron sus pálidos huesos.

Recuerdos de Pelotillehue

Condorito fue la caricatura del pililo buscavidas, la representación entumida de la gloriosa ave símbolo del escudo patrio, el gran cóndor amo de las alturas. Tal vez, su desnutrida parodia tocó fin al llegar las águilas doradas del mercado.Archivado en el álbum de las caricaturas que intentaron describir con dibujo y letra al conocido rotito chileno, hermanado con el Perejil, el Verdejo y tantos monos tirillentos pintados por la mano cruel que despedaza la pobreza.

Condorito vivió sus años de gloria en las décadas de los ’60 y ’70, cuando la revista de tiras cómicas era el pasatiempo de los pasajeros de micro que acortaban el viaje leyendo el Condorito de pascua, el número especial que todos los años vendía miles de ejemplares, con tapa a color y páginas coloreadas de naranjo y negro, donde el pájaro pobre, el hombre pájaro o el cóndor queltehue, exponía su triste vida de incansable cesante, eterno vago picaflor enamorado de la Yayita, la tetuda Yayita, la curvilínea Yayita con cuerpo de corazón, su amor negado por la diferencia social.